Ivy Speaks - El autismo es un mensaje

Transparenz: Redaktionell erstellt und geprüft.
Veröffentlicht am

El nombre de mi hija es Ivy. Ella tiene ocho años. La sociedad la ha tildado de autista y retrasada mental, y mucha gente quiere curarla, vencer su enfermedad, compensarla por su discapacidad y tratar su trastorno. Quieren darle terapia y educación para que se normalice. No se dan cuenta de que el autismo es un mensaje y que Ivy es una embajadora. Pero no transmite su mensaje con palabras porque Ivy no utiliza la comunicación verbal. Ella comparte su sabiduría a través de quién es. Y así habla Ivy: Ivy no dice la hora, no juega con juguetes...

Der Name meiner Tochter ist Ivy. Sie ist acht Jahre alt. Die Gesellschaft hat sie als autistisch und geistig behindert bezeichnet, und viele Menschen wollen sie heilen, ihre Krankheit besiegen, sie für ihre Behinderung entschädigen und ihre Störung behandeln. Sie wollen ihr Therapie und Bildung geben, damit sie normal wird. Sie erkennen nicht, dass Autismus eine Botschaft ist und Ivy eine Botschafterin ist. Aber sie gibt ihre Botschaft nicht in Worten aus, denn Ivy verwendet keine verbale Kommunikation. Sie teilt ihre Weisheit durch das, was sie ist. Und so spricht Ivy: Ivy zeigt keine Zeit an, spielt nicht mit Spielzeug …
El nombre de mi hija es Ivy. Ella tiene ocho años. La sociedad la ha tildado de autista y retrasada mental, y mucha gente quiere curarla, vencer su enfermedad, compensarla por su discapacidad y tratar su trastorno. Quieren darle terapia y educación para que se normalice. No se dan cuenta de que el autismo es un mensaje y que Ivy es una embajadora. Pero no transmite su mensaje con palabras porque Ivy no utiliza la comunicación verbal. Ella comparte su sabiduría a través de quién es. Y así habla Ivy: Ivy no dice la hora, no juega con juguetes...

Ivy Speaks - El autismo es un mensaje

El nombre de mi hija es Ivy. Ella tiene ocho años. La sociedad la ha tildado de autista y retrasada mental, y mucha gente quiere curarla, vencer su enfermedad, compensarla por su discapacidad y tratar su trastorno. Quieren darle terapia y educación para que se normalice.

No se dan cuenta de que el autismo es un mensaje y que Ivy es una embajadora. Pero no transmite su mensaje con palabras porque Ivy no utiliza la comunicación verbal. Ella comparte su sabiduría a través de quién es. Y así habla Ivy:

Ivy no dice la hora, no juega con juguetes ni utiliza objetos de la manera “típica”.

Ivy no es educada, no sonríe cuando no está feliz, no se siente triste sólo porque tú lo estás.

Ivy a menudo agita las manos, se sacude, camina hacia atrás, gira en círculos y canta para sí misma en un galimatías.

Ivy limita su ingesta de alimentos a unas pocas cosas y se niega a comer casi cualquier cosa que coma un niño "típico".

Ivy no encaja en las clases escolares convencionales y necesita una educación especial muy individualizada y basada en sus necesidades.

Ivy sabe algo que yo no sé. Si supiera lo que Ivy sabe, sabría, como Ivy, que yo también soy Dios. Y si supiera eso...

Me conocería a mí mismo en función de lo que viene desde dentro, y no en función de la influencia social que me dice que soy, no soy o debería ser.

Sentiría alegría pura y pura ante las cosas ordinarias, revoloteando, temblando, girando y cantando, sin importar lo ridículo que les pareciera a aquellos que aún no sabían que ellos también eran Dios.

Vería un mundo de infinitas posibilidades en cada objeto y situación, y las interpretaciones e ideas limitadas de todos los demás no tendrían relación con lo que podría lograr con ello.

Dormí cuando estaba cansado, me desperté cuando me sentí renovado, comí cuando tenía hambre y bebí cuando tenía sed, comiendo sólo lo que me agradaba y limitando mi exposición a las toxinas de un mundo envenenado.

Fruncía el ceño cuando me sentía infeliz y sólo sonreía cuando sentía que la alegría surgía dentro de mí y exigía manifestarse en mi rostro.

Solo daría gracias cuando me dieran algo que valorara y solo dedicaría tiempo a hacer cosas que me dieran más oportunidades de experimentar alegría pura y sin adulterar.

Me concentraría en satisfacer mis necesidades y dejar que otros asumieran la responsabilidad de satisfacer las suyas.

Perseguiría las cosas que me entusiasmaban y nunca presentaría una dosis diaria de condicionamiento social que sacrificara las necesidades de mi cuerpo, mente y alma para infectarme con suficiente programación para ocultar mi singularidad y hacerme olvidar que yo también soy Dios.

Nunca permitiría que las opiniones, insultos, acciones o comentarios irreflexivos de otros influyan en lo que sé que es verdad, que yo también soy Dios.

Creo que tal como está el mundo hoy en día, ya es hora de que escuchemos cuando habla Ivy.

Inspirado por Satina Scott